En enero pasado José Bravo Fajardo, un residente de East Hampton de 55 años, fue condenado a 4 años de prisión por abusar sexualmente de su cuñada, cuando ella era una niña de 7 años de edad. El agresor también fue condenado a cinco años de libertad condicional supervisada y se le impuso una orden de protección que lo obliga a estar alejado de la víctima hasta el 2040. La sentencia a la que se llegó tras un acuerdo entre los abogados del acusado y la fiscalía, con el propósito de evitarle a la menor el drama de revivir en un juicio, los abusos que padeció, representa un poco de alivio para una familia latina que ha vivido un verdadero calvario en los últimos años, pero además pone en evidencia los alcances de este flagelo en la comunidad local y las batallas que deben librar las víctimas en busca de justicia.
El abuso
Según el testimonio de la familia de la víctima, el drama para ellos empezó en febrero de 2021, cuando la inesperada confesión de la niña de la casa, de 16 años de edad, a quien para efectos de este artículo, llamaremos Violeta, puso al descubierto casi una década de sufrimiento a la que venía enfrentándose, en silencio y soledad, desde sus escasos 7 años.
Violeta le reveló a su madre y a su hermana, que su ex cuñado, es decir el ex esposo de su hermana, había abusado de ella en repetidas oportunidades a lo largo de su infancia. Tras años de angustia, Violeta empezó a sufrir de ataques de pánico y destellos de ansiedad, que llegaron a dominar su vida, dicen.
El día que se atrevió a confesar lo que le pasaba, se levantó mucho antes del amancer, porque estaba soñando que su agresor, José Bravo Fajardo, la perseguía. Se despertó angustiada y confundida y salió a caminar por su vecindario, en medio de la oscuridad de la madrugada. Cuando su madre se levantó, descubrió que la menor no estaba en su habitación y entró en pánico. La llamó a su celular y aunque la niña contestó, no decía nada, solo llanto se escuchaba al otro lado del teléfono.
“Mi hermana tenía el teléfono pero mi mamá dice que le contestaba y escuchaba como llanto. Mi mamá le decía Violeta dónde estás y por qué no estás en la cama, eran como las 6 de la mañana, entonces mi mamá aquel día faltó al trabajo y se quedó en la casa esperando a que regresara, porque mi hermana nunca había hecho eso”, relata la hermana de Violeta.
Cuando la menor regresó a casa, su madre intentó descubrir de todas las maneras posibles lo que le pasaba. Pero la niña seguía apostándole al silencio. La desesperada madre decidió llamar a su hija mayor para que le ayudara a hablar con la adolescente y entre las dos tratar de descifrar lo que estaba sucediendo. Pensaron en diversas opciones: quizás un novio, quizás la rebeldía propia de la edad, quizás malas compañías que estaban ejerciendo un efecto dañino en ella, en fin, cualquier cosa, menos lo que en realidad le aquejaba.
“Yo le dije Violeta sabes que eso es peligroso, como vas a estar solita a esas horas caminando, alguien te puede hacer algo, y ella solo lloraba. Entonces yo lo que hice fue darle un sermón, como aconsejándola, diciéndole, Violeta si estás haciendo algo malo habla, cuenta, pide ayuda, no hagas eso, tu nunca has hecho cosas así y de tanto insistir ella me dice ‘está bien hermana te voy a contar’”, narró la hermana de Violeta.
Así fue como llegó la confesión que le quitó la venda de los ojos a una familia entera y abrió profundas heridas en cada uno de sus integrantes.
“La primera vez fue cuando se estaban mudando a una casa y me acuerdo que la primera noche estábamos en la sala todos viendo la tele, pusieron una película y después él se fue arriba y por las escaleras se ve hacia la sala, entonces él me hizo una seña para que fuera y le ayudara a acomodar ropa, porque ahí era el cuarto de mi hermana y de él, entonces yo fui y solo me acuerdo que me puso en la cama y la primera vez, solo me besó y me tocó mis partes por encima”, le relató Violeta a Tu Prensa Local, entre lagrimas, durante una entrevista.
Sin cumplir aún los 8 años de edad, la menor no entendía lo que eso significaba. Llegó a normalizarlo, dice, porque desde los 5 años su padre también abusaba de ella.
“Yo no pensaba que era malo, al mismo tiempo me estaba violando mi padre”, dice.
Su padre fue a la cárcel y en este momento está pagando por lo que le hizo a su propia hija, pero la confesión sobre el caso de su cuñado, fue el punto de partida para un largo camino de lucha que emprendió la familia de Violeta, en aras de obtener justicia para la joven abusada. El proceso era un mundo desconocido para la madre, la hermana y la propia víctima, por eso acudieron en primera instancia a la organización OLA of Eastern Long Island, para que los expertos en el tema, les trazaran un derrotero.
“Erika de OLA me dijo ‘esto es algo muy serio y delicado, usted tiene que denunciarlo a la policía, no pueden dejarlo solo en una terapia. Por supuesto que ustedes van a necesitar terapia de ahora en adelante, pero además tienen que denunciar”, dijo la hermana de Violeta.
La familia cuenta que el abusador, residente de Los Hamptons, había agredido a la niña no solo cuando ella visitaba nuestra área, si no en su casa, ubicada en el condado de Monroe, al norte del estado de Nueva York, donde la menor reside junto a su madre. Por eso la denuncia debía hacerse en las dos regiones.
De esta manera iniciaron un verdadero peregrinar, de estrado en estrado, de trabajador social en trabajador social y de terapeuta en terapeuta, un recorrido en el que encontraron toda suerte de obstáculos.
“Cuando yo avisé esto en la escuela, una trabajadora social me dijo a mí, ‘señora de nada sirve hacer una denuncia de un caso sexual porque a la final lo que se rompe es la familia y nada se consigue’, y yo me quedé tan sorprendida”, dice la hermana.
Ella asegura que tenía que dar aviso en la escuela de sus hijos, en busca de apoyo emocional, porque con las confesiones de su hermana, empezó a temer que el abusador de Violeta, le hubiera hecho lo mismo a su hija, que en ese momento tenía 8 años de edad, y quien al enterarse de lo que había pasado con su tía, empezó a exteriorizar experiencias propias.
“Junto con mi mamá les contamos a los niños, les dijimos miren niños esto pasó, su papá abusó de Violeta cuando era niña. Entonces mi niña se puso a llorar y me dice creo que a mi también me hizo algo”, relató la hermana de Violeta.
Con estos nuevos componentes en la historia, la familia entera se puso en terapia, gracias a la orientación de OLA. A la par del caso jurídico, había un gran caso psicológico en el que todos necesitaban ayuda. Mientras las autoridades tomaban control de la denuncia para tratar de darle forma y llegar al fondo, los lastimados miembros de esta familia empezaron a recibir apoyo para enfrentar el desafío.
La hermana de Violeta quien ha liderado la lucha de esta familia desde que conoció los detalles del abuso, dice que en el caso de su hija, no hay pruebas de que el hombre la haya agredido sexualmente también. Los trabajadores sociales y una jueza de familia, le recomendaron no tocar más el tema con la menor, hasta que ella esté un poco mayor y en su mente se vayan definiendo los recuerdos de qué fue exactamente lo que sucedió con su padre.
Los obstáculos que encuentra en el camino un menor abusado
El trauma del abuso no es lo único con lo que tiene que lidiar un menor cuando es agredido sexualmente. Los expertos aseguran que el primer obstáculo que enfrentan es el miedo a hablar, casi siempre porque el abusador amenaza a sus víctimas y logra amedrentarlas.
“El me decía que no podía decirle a nadie, que yo no tenía pruebas y que nadie me iba a creer y entonces por eso yo no dije nada”, dice Violeta.
Cuando finalmente toman la decisión de hablar, los abusados enfrentan otra prueba de fuego en su propia casa, donde la primera reacción de las familias es de incredulidad. Son muchos los que piensan que lo que el menor está denunciando, no es verdad.
“Cuando Violeta me mencionó eso yo como que me cerré y dije ella está mintiendo, o me está engañando. Y le dije cómo vas a decir eso?”, relata la hermana de Violeta, recordando el día en que su hermana les habló de su situación.
Luego deben pasar por el penoso trance de recordar una y otra vez lo que han vivido y narrarlo innumerables veces, no solo con terapistas, sino con las autoridades que llevan los casos. Los expertos aseguran que es ahí donde muchas de las víctimas desisten y, agobiadas por los recuerdos, prefieren renunciar a su lucha.
“Yo no creo que estén denunciándolos todos, a nosotros nos llegan unos cuantos casos, pero sabemos que hay muchos que se quedan sin denunciar, lastimosamente porque en la mayoria de los casos el agresor es un miembro de la familia”, dice Erika Padilla, Asesora Legal de OLA of Eastern Long Island. “Y la otra razón es vergüenza, hay mucha gente que no sabe y que piensa que van a salir en los diarios, pero no es así, porque la ley protege a los menores de edad. La gente también piensa en qué van a decir las personas, dicen ‘me voy a ver como una mamá muy mala porque no cuidé a mi hijo’, etc”.
De hecho en el caso de Violeta, su madre señala que desde que conoció lo sucedido, la culpa de no haberse percatado de lo que estaba pasando con su hija, la atormenta día y noche.
“Cuando nos enteramos yo le dije a mi hija, ‘dónde estuve, por qué yo no estuve ahí para defenderte’”, dijo la madre.
La familia de Violeta asegura que durante el proceso se han encontrado muchos ángeles que les han ayudado a sobrellevar este golpe y a irlo superando poco a poco, un día a la vez, durante dos largos años. Sin embargo, en el camino, también han tropezado con muchas piedras, que provienen a veces de los sectores más inesperados.
“Luché con una trabajadora de CPS que también al principio no nos ayudó, fue mala, intentaba a la fuerza que yo me hiciera cristiana, que me metiera a una religión, ella traía biblias y nos decía que los niños tenían que perdonar porque si no perdonaban les iba a dar cáncer, cosas así”.
La falta de denuncia hace que sea difícil para las instituciones y organizaciones locales, cuantificar el problema. Las estadísticas nacionales muestran que entre el 11 y el 20 % de las niñas menores de 18 años experimentan abuso o agresión sexual. Pero según reportes de los departamentos de policía locales sobre víctimas infantiles de estos delitos, solo el 0,5 % de las niñas menores de 18 años denunciaron abuso o agresión sexual en el East End, durante el 2020. Otros departamentos de policía de la región indicaron incluso menos denuncias de ese promedio regional. Esto sugiere, según OLA, que a nivel local las niñas no están denunciando sus experiencias de abuso o agresión sexual.
“Lo que yo diría primero es que si alguien les cuenta algo, si es un niño, que les crean y luego ir y denunciar. No importa quién sea. Ustedes son los que tienen que parar esto. Si un niño le cuenta a un adulto, es porque le está pidiendo ayuda y si nos callamos nos estamos volviendo cómplices de esa persona”, dijo la hermana de Violeta.
Precisamente con la intención de visibilizar el problema y animar a los menores, víctimas de abuso sexual, a que denuncien, OLA lanzó recientemente una encuesta bilingüe y anónima sobre este flagelo. Para acceder a la encuesta, haga click aquí.
“Tienen que denunciar porque si esa persona ya hizo daño a un menor de edad, no tenemos garantías de que otras persona no van a ser víctimas”, dijo Erika Padilla de OLA.
El caso criminal en contra del agresor de Violeta
Luego de que Violeta se atrevió a denunciar el abuso del que había sido víctima, dos casos se abrieron en contra de José Bravo Fajardo, uno en el condado de Suffolk y otro en el condado de Monroe.
A pesar de que la víctima asegura que Bravo Fajardo abusó de ella por varios años, la fiscalía del condado de Suffolk solo pudo probar los abusos por espacio de un año, es decir desde que la menor tenía 7 años y hasta que cumplió los 8.
Para tener pruebas del delito, las autoridades organizaron lo que se conoce como una llamada de control, en la que la víctima se comunicó con su abusador y lo confrontó, para que reconociera lo que le hizo.
“Yo le saludé primero y le pregunté si se acordaba cuando me sabía tocar y violar y primero me dijo que no, ‘no sé de qué estás hablando yo nunca te he hecho daño’ y yo le dije que yo no tenía ninguna razón para ir a la policía ahora, entonces fue cuando dijo ‘perdón si te he hecho un daño’”, dijo Violeta. “Yo le dije que tenía depresión, que tenía ansiedad, que yo sufrí mucho, y dijo ‘yo te entiendo porque cuando era pequeño también me sabían violar a mí’ y yo le dije, entonces por qué hacerme eso a mí si sabes cuánto duele? y me dijo que me quería ver para hablar en persona, y yo le dije que no, que yo no lo quería ver. Luego los policías dijeron que eso era todo lo que necesitaban saber”.
Foto: Fiscalía del condado de Suffolk
Tras las pruebas obtenidas en la llamada, Bravo Fajardo fue arrestado y dio declaraciones a la policía admitiendo que había hecho que la niña lo tocara y que él la había tocado, pero dijo que eso no había pasado en más de cinco oportunidades. En sus testimonios ante las autoridades, el hombre negó haber tenido relaciones sexuales con la menor.
Sin embargo fue acusado de abuso sexual de un menor en primer grado, abuso sexual de un menor en segundo grado y de poner en peligro el bienestar de un niño.
El 19 de octubre del año pasado, los abogados de Bravo Fajardo negociaron un acuerdo de culpabilidad con la fiscalía, en el que se declaró culpable de uno solo de los cargos, el de abuso sexual en segundo grado. Según el fiscal del condado, el acuerdo se aceptó para no someter a la víctima a un juicio traumático que le dejaría marcas emocionales de por vida.
“Nuestros fiscales hablaron con la víctima y su familia, y pudieron obtener un acuerdo de culpabilidad de los cargos, que significaba que la víctima no tendría que ser sometida a juicio,” dijo el fiscal de distrito del condado de Suffolk Raymond Tierney.
El 18 de enero pasado, en una corte de Riverhead, la Jueza Karen Wilutis, dictó sentencia. Por primera vez en los últimos años, Violeta, su madre y su hermana, se encontraron en un recinto judicial con el acusado.
Temblando, con lágrimas en los ojos, pero voz clara, la joven hizo gala de toda su valentía, para encarar al hombre que tanto daño le causó. Frente a él y frente a todos los presentes, leyó una carta que planeó por meses, justo para ese momento.
“Arruinaste mi infancia, arrebataste mi inocencia,” dijo la víctima. “Eres una persona horrible y ahora por fin todos me pueden creer. “Espero que te des cuenta de todo el daño que has causado y que ningún niño o niña se merece vivir lo que yo he vivido.
El acusado, no miró a la víctima en ningún momento.
Bravo Fajardo fue sentenciado a cuatro años de cárcel, seguido de cinco años de libertad condicional supervisada. Además debe inscribir su nombre en el Registro Nacional de Delincuentes Sexuales, el cual es público.
Tras la sentencia, la jueza Wilutis se dirigió primero a la víctima y luego al acusado.
“Este ha sido un duro camino, y siento muchísimo todo lo que te ha pasado,” le dijo la jueza a la víctima. “Persigue tus metas, cree en ti, yo sé que cumplirás todo lo que te propongas.”
Al dirigirse a Bravo Fajardo, la jueza no dejó en dudas lo que pensaba de él.
“Es usted un monstruo,” dijo la jueza Wilutis. “Ni siquiera muestra sentirse arrepentido. Usted intentó destruirle la vida a esta jovencita. Espero que piense largo y tendido sobre sus acciones.”
El caso de Violeta y la lucha de su familia, representan, según el fiscal de distrito, un punto de apoyo para la justicia regional y un incentivo para que casos similares salgan de las sombras.
“Estamos orgullosos de la valentía de la víctima al presentarse y revelar lo que hizo este acusado,” dijo el Fiscal de Distrito del Condado de Suffolk Raymond A. Tierney en una entrevista. “Defenderse ayudará a proteger a otros [menores] de futuros abusos por parte del acusado.”
La familia de Violeta y la fiscalía temen que la joven no sea la única víctima de Bravo Fajardo. La madre de Violeta recibió una notificación reciente en la que le aseguran que el acusado podría salir mucho antes de lo previsto, lo único que lo mantendría más tiempo tras las rejas, dicen, sería que otras víctimas suyas, salieran a la luz y hablaran de sus propios casos.
El fiscal Tierney hizo un llamado para que cualquiera que crea haber padecido un drama como el de Violeta, a manos de José Bravo Fajardo, se comunique al (631) 852-3185.
“La supervisión posterior a la liberación, la orden de alejamiento permanente y el registro como delincuente sexual también ayudarán a mantener a otro menores a salvo de este acusado.”
La sentencia del caso en el condado de Monroe, ha sido aplazada, y se espera que el veredicto llegue el 30 de abril.
Un daño irreparable
Aunque con la sentencia de 4 años, algo de justicia llegó para esta familia, la serenidad y el alivio, son sentimientos que dejaron de conocer hace mucho tiempo.
A Violeta los recuerdos la atormentan todos los días de su vida. La menor le dijo Tu Prensa Local, que el descanso que esperaba encontrar tras la sentencia, no ha llegado. Los rastros del abuso están intactos y los repite en su mente, una y otra vez.
“La última vez fue cuando mi ex cuñado vino para la casa mía por visita, porque mi mamá lo dejaba venir por mis sobrinos y esa vez me llevó a un parking lot y me estaba tocando y después me llevó a la casa y al siguiente día, yo estaba durmiendo mi sobrino porque quería dormir conmigo, entonces él se vino a mi cuarto y me quiso tocar, yo le decía que no, esa vez no lo dejé que me tocara”.
Violeta asegura que antes de confesarle a su familia lo que le pasaba, se refugió en las malas compañías y en las drogas.
“Estoy en una posición que no soporto a nadie, que no soporto nada, que no puedo estar quieta, que estoy llorando, que estoy pensando en todo lo que me pasó, entonces eso me ayuda a calmarme a no pensar esas cosas”, dijo. “Estoy en tratamiento, tomando pastillas para la ansiedad, pero yo siento que eso no me ayuda mucho como yo quisiera que me ayude. Algunas veces me funciona y yo le he dicho a mi doctor y dice que siga tomando pero siento que la marihuana es algo que sí me ayuda”. La joven recibe diversos tipos de terapia todas las semanas, para tratar de manejar el trauma que le dejaron los abusos. Pero hasta ahora nada ha podido devolverle la paz. Su madre dice que las agresiones también le causaron daños físicos, por lo que ha tenido que llevarla en busca de atención hospitalaria de urgencias, en varias oportunidades.
“Nada nos va a devolver esa inocencia que le quitaron a mi hija, le acabaron y ahora siempre está enferma, siempre tengo que estarla llevando al hospital”, dice la mamá de Violeta. “Yo creo que ni terapias, ni psicólogos la van a calmar”.
Ellos continúan “de la mano de Dios”, para tratar de ir superando el dolor. Violeta, quien está en la escuela secundaria, planea incursionar en el campo de la salud, y algún día convertirse en especialista de ecografías y sonogramas, para asegurarse de que “los bebés estén llegando bien al mundo”.
Mientras sigue librando sus batallas diarias, dice que lo único que le da consuelo y aliento, es saber que su testimonio puede servirle de norte a otras jóvenes abusadas, como ella.
“Yo les digo que no tengan miedo, que la verdad va a salir siempre a la luz y que confíen en Dios porque a las que han sido violadas, nosotros les creemos 100%, aunque no haya pruebas, les creemos”, dijo Violeta. “Yo siento mucho que hayan pasado por lo que yo pasé porque yo no le deseo esto a ninguna persona. Me robaron mi niñez. Es la única cosa que nunca va a volver”. Si usted o un menor que usted conoce ha sido víctima de abuso sexual, no dude en comunicarse con las organizaciones locales que prestan apoyo en nuestra área.
OLA of Eastern Long Island (631) 899-3441
SEPA Mujer (833) 762-9832
HARLI – Hope and Resilience Long Island (631)-408-6751
ECLI-VIBES (631) 360-3606
The Retreat (631) 329-4398
Todas tienen personal especializado que habla español.
También puede acceder a otras fuentes de ayuda a nivel nacional, haciendo click aquí.
Si necesita ayuda o asistencia inmediata, llame al 911. Source: https://tuprensalocal.com/el-drama-de-una-menor-abusada-sexualmente-por-un-familiar-y-la-lucha-de-sus-seres-queridos-en-busca-de-justicia/
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